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Nº68 - Marzo, 2018

Volver a casa

Foto de pesebre

“Quiero comprar para ti una casa bella, que tenga lirios y claveles al entrar”, dice el joropo compuesto e interpretado por Aries Vigoth y que le dio la idea a la familia Torres Flechas en 2012 para crear la Casabella de Sogamoso, “un anhelo con el que se buscó brindar un espacio en el que se consolidaran experiencias del entorno boyacense”, afirma José Hernando, hijo del escritor Hernando Torres.

Pero la invitación a compartir experiencias con otros en la casa se ha extendido más allá de Sogamoso: los visitan familias de municipios como Isa, Monguí y Firavitoba para participar en las actividades que proponen. Una de ellas es la elaboración del pesebre más pequeño que puedan hacer. La convocatoria se abre a finales de noviembre y busca que los niños armen su pesebre para después presentárselo a sus familias en un acto especial. Todos los días, antes de Navidad, los niños van armándolo con todos los personajes que quieran poner en él. Evalúan si a San José le falta más barba, si la cuna del nacimiento tiene mucho volumen o si la casa está muy grande. Sin embargo, a veces no queda mucho que presentar: “un niño hizo un pesebre de gomitas, pero todos los días iba y se comía una, hasta que llegó el 24 de diciembre y el pesebre no tenía casi nada”, cuenta entre risas José Hernando Torres Flechas. “El día en que los niños presentan sus creaciones, todos se visten como si fueran a una fiesta y hay una gran expectativa por ver el pesebre más pequeño de todos. Las familias comparten con otras un rato agradable y luego los niños reciben un detalle por parte del museo”, agrega.

En 2016 se hicieron 50 pesebres y en 2017 presentaron 80. José dice que el aumento de los asistentes se debe a que todos sienten el calor de hogar y lo hacen saber a otras personas. “Todos quieren volver a casa. Los niños ya ven a Casabella como su hogar”, afirma. “Buscamos que los visitantes se reconozcan y se rencuentren”.

Otra forma en la que han logrado que los visitantes se identifiquen con las actividades del museo es por medio de la poesía. Hernando Torres ha podido plasmar en versos y relatos la cultura boyacense, como lo hizo con ‘El arito de mi niñez’, un poema en el que les recuerda a los adultos y les cuenta a los niños cómo se podía impulsar un arito con un palo bifurcado y el acto se convertía en un juego. El poema lo imprimió en un pendón que se exhibe en el jardín de Casabella y lo acompañó con una escultura de un niño jugando con el palo y el arito. “Mi papá ha recolectado experiencias por medio de la poesía como una interpretación mágica del territorio. Él también busca que sus poemas dialoguen con las esculturas que elabora en conjunto con un maestro artesano de Ráquira. Los dos pueden estar tres días, trabajando en la escultura para que acompañe al poema”, sostiene José Hernando.

Los pendones con versos y relatos, las esculturas en el jardín, el patio donde se reúnen los visitantes a contar sus historias, a crear unas nuevas, han convertido al museo en un punto de encuentro y diálogo. José dice que “Casabella es una experiencia que no se olvida y un lugar donde se han construido y se construyen identidades”.