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Nº68 - Marzo, 2018

Cuatro saberes míos por uno tuyo

Por: Valerio Marinetti, enviado especial por los museos del mundo para Habemus (habemuseos.com)

Foto de Marinetti

Uno de mis espacios preferidos para disfrutar del intercambio de saberes y experiencias es el que se genera en y a partir de los museos. Es cuando percibo murmullos, charlas, ruidos, risas, sonidos flotando y rozándose, y siento entonces que hay un espacio vivo, compartido, a veces hasta colectivo. Por el contrario, cuando se “bibliotequiza” la atmósfera del museo, percibo que los lectores no intercambian tanto acerca de sus lecturas, y llega a reinar un indiferente silencio.

Los museos en sí mismos están construidos sobre la base de un intercambio de saberes. Allí se cruzan, danzan, y no menos veces colisionan, conocimientos especializados de distinto orden, que van desde los métodos de conservación -que varían de acuerdo al tipo de museo y las colecciones que en ellos se guardan-, a las estrategias de exhibición para definir el tipo de museografía más conveniente para cada muestra.

Para que los museos sean realmente espacios abiertos a todo tipo de públicos, deben volverse accesibles y atractivos para los diferentes perfiles de visitantes, y esto implica, necesariamente, hablar diversos lenguajes. No me refiero aquí al manejo del inglés, alemán, italiano, español y etcétera de las audioguías, sino más bien a la capacidad de entablar comunicaciones cercanas, inteligibles, seductoras y relevantes para cada tipo de audiencia (término que me llega vaya a saber uno de qué intercambio de saberes).

Según la nanodata que manejo, como enviado espacial por los museos del mundo para Habemus, siento que la tendencia es que, en los tipos de intercambios actuales propios de las redes sociales, todos sienten que, en cada intercambio, lo importante es lo que se tiene para dar, lo que uno creó; incluso, claro, el saber que uno sabe (o cree que sabe) tiene para compartir. Es decir, sobran anunciantes y faltan audiencias.

Mi escaso saber me dice que, antes de contar con espacios para el intercambio de saberes, debemos contar con las ganas de intercambiar saberes. Y, un poco antes de eso, es recomendable contar con algunos saberes, condición indispensable para después poder intercambiarlos.

PD (después de la Big Data): Espacios para el intercambio de saberes lo dice todo. Los espacios, en el texto, los regala la barra espaciadora. La barra es larga para que así sea el descanso de todas las otras letras que queremos usar. Usémosla, al menos cada tanto, para escuchar al otro. El intercambio de saberes también necesita de nuestro silencio para poder funcionar. Y allí me llamo, para recibir los vuestros.